viernes, 29 de febrero de 2008

En lo personal, en esos momentos que considero fundamentales, siempre descubro en mi mochila una decena de cosas que no tengo que seguir llevando y que están allí porque alguna vez fueron útiles, porque algiuen me pidió que las llevara, porque creí que eran imprescindibles, porque el corazón no me deja abandonarlas en el camino, cosas que cargo por lo mucho que me ha costado tenerlas, o simplemente por si acaso.
Si pienso un poco, me doy cuenta de que todo ese peso terminará impidiendo mi marcha. Es el lastre de lo que no sirve, la carga de lo que no es imprescindible, la tara de lo que no compensa llevar si comparo el esfuerzo que supone con el beneficio que ofrece.
No me refiero a arrojar al cubo de la basura la brújula que me regaló mi abuelo y que me sigue siendo tan poco útil como entonces, aunque la adoro. Hablo de esa segunda brújula que me compré a un precio que no valía, enamorado de sus bronces y de sus letras en plata; esa hermosísima brújula que nunca se supo hacia dónde apuntaba y que también llevo en mi mochila, si soy sincero, más por lo que pagué por ella que por lo que me sirve.
Jorge Bucay

2 comentarios:

lost in translation dijo...

Es un buen consejo para los viajes, para las mudanzas y para la vida. Siempre sale caro el exceso de equipaje.

fernanda dijo...

Sobre todo ahora que en vueling te cobran por facturar...